La Revolución Mexicana y su deuda histórica

 

Adrián Salazar 

 

Se cumplieron ya 111 años de la Revolución Mexicana. Fenómeno social armado que marcó historia de nuestro país por la disputa de poder político entre grupos antagónicos; ambos con el beneficio del poder económico, no así los miles de campesinos que intervinieron y dieron sus vidas a una causa que creyeron suya, pero la realidad nos ha demostrado que no fue así.

La clase depauperada, los pobres de siempre, lo dieron todo y se quedaron sin nada. Murieron creyendo en que esa violenta lucha armada les haría justica y podrían tener una vida mejor, creyeron que dejarían de ser explotados, que la renta nacional se distribuirá de mejor forma para beneficio de todos, pero no fue así. Vemos pues, que no se trató de una verdadera revolución popular, como nos lo pretende hacer creer la versión oficial, esa que se dice, una y otra vez, en las aulas mexicanas. Para los campesinos, los obreros y muchos profesionistas, la situación económica sigue siendo la misma que antes de la revolución: víctimas de la explotación.

Pero no sólo en las aulas nos venden esa mentira como verdad. La clase en el poder busca por todos los medios hacernos creer que así es. Cada año el presidente en turno busca exaltar en nacionalismo y el patriotismo de los mexicanos. En esta ocasión, a 111 años de nuestra revolución, el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador salió a decir que su gobierno está haciendo realidad el sueño de justicia y el ideal democrático con el que nació la Revolución Mexicana en 1910.

El titular del ejecutivo sostiene que la Revolución Mexicana “es la transformación más popular y profunda que se haya registrado en nuestro país, tengamos en cuenta que desde la Independencia y todo el siglo XIX, la estructura de dominación colonial permaneció inalterable y los pobres siguieron siendo peones en haciendas rurales o mozos en las ciudades”. 

Agregó que la revolución ayudó a lograr las principales demandas del pueblo en ese momento, como establecer jornadas laborales de ocho horas y el derecho de los campesinos a tener tierras, pero en particular a recuperar el petróleo (¡?).

Nada más falso. Para que un fenómeno de esta naturaleza sea legítimamente popular deben considerarse dos aspectos fundamentales: 1) la participación activa de las masas populares en la disputa por el control del poder político y 2) defender e implementar su proyecto de país que, lógicamente, atienda a sus intereses de clase junto con las transformaciones estructurales para la transformación de todos los órdenes. 

Es cierto que en la revolución participaron activamente las grandes más del campesinado, pero no luchó por defender un proyecto de nación propio, sino que, bajo engaños y mentiras, defendió el de la clase naciente que disputaba el poder a la clase que ya lo dominaba. Sin embargo, este factor fue decisivo para el trascurso de la historia de nuestra nación, pues lo único que sucedió fue cambiar a una clase dominante por otra, mientras que los pobres permanecían en la misma situación de ignominia. 

Por eso hoy ya nadie habla de la desigualdad, de la pobreza, del injusto e inequitativo reparto de la renta nacional y de las acciones para revertirlo. Hoy en día los pobres sólo existen en los discursos, pero en los hechos han sido olvidados, relegados y condenados a una muerte siniestra y segura. 

Hace falta pues, un cambio con verdadero arraigo popular que le haga justicia a los pobres de México. Es claro que las condiciones de hoy son muy distintas a las de 1910, por tanto, una revolución con las mismas propiedades sería un absurdo. Aun así, hace falta esa revolución.

Ahora la gente ha logrado una mayor conciencia de clase, una mejor educación política que, si se decide, puede llevar la lucha por el poder político dentro del margen de los términos políticos vigentes, respetando la democracia y el derecho, pero, sobre todo, haciendo uso de su mayor virtud y ventaja: su fuerza numérica.    

Al igual que la clase política naciente que buscó derrocar al porfiriato para tomar su lugar en 1910 engañando a las masas empobrecías, en cada elección los partidos políticos actuales replican la misma farsa, pues en los hechos, todos y cada uno de ellos vela por sus intereses propios dejando de en el olvido a los pobres.  

Por tanto, si queremos que se salde de una vez por todas la deuda de la Revolución Mexicana con los pobres de nuestro país, no nos queda otra opción que aglutinarnos en una sola fuerza social con un ideario sólido y bases firmes, capaz de dirigir tal fuerza hacia una patria más justa y más equitativa.  

CATEGORIES
Share This